Turandot es la obra póstuma del Puccini, con libreto de Giuseppe Adami y Renato Simoni. La ópera, inconclusa por la muerte del maestro, fue completada por Franco Alfano y estrenada el 25 de abril de 1926 en La Scala de Milán. Durante su estreno, el propio director Arturo Toscanini, tras la escena de la muerte de Liú, paró la orquesta y se dirigió a los asistentes diciendo “Qui il Maestro diní” (aquí terminó el maestro).
Una de las partes más difíciles de la ópera se encuentra en el segundo acto y se inicia con la frase In questa reggia, cuando Turandot explica la razón de su comportamiento. Musicalmente, esta parte exige sobreagudos a cargo de la soprano que, combinados con la capacidad wagneriana que requiere el personaje, la hacen particularmente difícil. En el tercer acto se encuentra una de las arias más conocidas para tenor, Nessun dorma, que representa la victoria del amor sobre el odio, donde Calaf clama que nadie se duerma para descifrar el nombre del joven héroe. Otro aspecto musicalmente notable es el enfrentamiento entre tenor y soprano, en el segundo acto, que muchos comparan con lo que hizo antes Puccini en Tosca, también en el segundo acto, cuando enfrenta las voces del barítono y la soprano, Scarpia y Tosca.
Acto I
Cuadro I
En la primera escena el pueblo de Pekín escucha la proclama de uno de los mandarines del emperador por la cual hace saber que la princesa se casará con el príncipe que responda correctamente los tres acertijos impuestos por su majestad. De no hacerlo así, el pretendiente morirá. Paso seguido, se comunica que el Príncipe de Persia ha fallado y morirá al salir la luna. La gente acude en masa a tal acto. Llega entonces a la ciudad un anciano ciego, acompañado por una mujer que lo guía. Entre la multitud, el ciego cae al suelo y es recogido por otro desconocido, que inmediatamente le reconoce como su padre. Se revela entonces que el ciego es en realidad Timur, rey de los tártaros, quien tras perder la batalla, fue exiliado junto a la esclava Liú, que le sirve de guía y mendiga por él. El desconocido que le recoge no es otro que Calaf el príncipe tártaro (cuyo nombre se descubre al final de la ópera), quien pregunta a Liú el porqué de tan noble acto, y ella responde tímidamente que “un día, en palacio, usted me sonrió”.
El verdugo Pu-Tin-Pao aparece ante el clamor del pueblo, que canta sobre la sangre derramada en el reino de Turandot, la princesa. Todo es jolgorio hasta que aparece el príncipe de Persia y el pueblo enmudece de compasión; enseguida piden piedad por su vida. El desconocido príncipe observa con horror el espectáculo y se une al pueblo despreciando tan cruel acto. Pero es allí cuando hace su aparición la princesa, quien ordena al verdugo que prosiga con la ejecución, y vuelve a sus aposentos. El príncipe de cae completamente cegado ante la belleza de la princesa (“O divina bellezza! O meraviglia!”), de tal forma que decide quedarse allí y, sin escuchar las súplicas de su padre y de la esclava para entrar en razón, decide probar su suerte para conquistar el corazón de la princesa. Cuando se dispone a golpear el gong tres veces para entrar a la prueba, los ministros del emperador, Ping, Pang y Pong, le cortan el paso para intentar convencerlo de que no se arriesgue por algo así, Turandot es solo una mujer y, siendo él tan poderoso, podría conseguir mujeres a montones. Liú ruega otra vez al príncipe que desista, en uno de los momentos más dramáticos y cautivadores del primer acto (“Signore ascolta”), pero el príncipe le dice que ya es tarde y que lo hará de todas formas, por lo que le pide que acompañe a su padre antes de dirigirse al gong que golpea tres veces.
Acto II
Cuadro I
Cerca del palacio del Emperador
Los tres ministros, Ping, Pang y Pong, narran sus desventuras y las situaciones que han pasado por culpa de la princesa. Repasan los distintos pretendientes que la princesa ha tenido y, para finalizar, cantan poder volver a sus hogares para descansar tras un final feliz con casamiento y lograr así un poco de paz para China. Desde el palacio les anuncian que se presenten para el enésimo pretendiente.
Cuadro II
Palacio del Emperador
El emperador preside la ceremonia aclamado por el pueblo. Él mismo intenta detener al príncipe, deseando parar el baño de sangre y no queriendo “cargar con el peso de la joven vida” por las pruebas, pero recibe una negativa. El mandarín lee nuevamente la ley impuesta al perdedor, quien deberá morir al fallar.
Turandot aparece en escena y explica el porqué de su fría actitud (“In questa reggia”). Una de sus antepasadas, la princesa Lou-Ling, fue violada por un extranjero y dejada por muerta. Ella desea vengarla imponiendo la prueba mortal a todos los príncipes que vienen a conquistarla. Luego, Turandot misma formula los tres enigmas. El primero es: “En la oscura noche vuela un fantasma iridiscente. Se eleva y despliega las alas sobre la negra e infinita humanidad. Todo el mundo lo invoca y todo el mundo lo implora, pero el fantasma desaparece con la aurora para renacer en el corazón. ¡Y cada noche nace y cada día muere!”. El príncipe piensa y acierta respondiendo: “la esperanza”. Turandot prosigue: “Surge como una llama, y no es llama. Es a veces delirio. Es fiebre de ímpetu y ardor. La inercia lo torna en languidez. Si se pierde o mueres, se enfría. Si anhelas la conquista, se inflama. Tiene una voz, que escuchas palpitante, y del ocaso, el vivo resplandor”, y la respuesta al segundo enigma es “la sangre”. Finalmente, temblorosa y perdiendo la compostura, formula el tercer enigma: “Hielo que te inflama y con tu fuego aún más se hiela. Cándida y oscura. Si libre te quiere, te hace más esclavo. Si por esclavo te acepta, te hace rey”. Al verlo dudar por varios instantes, Turandot ríe de la suerte del concursante. Éste, al observarla directamente a los ojos y contemplar su belleza, se reincorpora triunfante y responde: “Turandot”. El consejo de mandarines acepta la respuesta como correcta y el reino se regocija, vitoreando al ganador. Entonces, ella clama a su padre por piedad para que no entregue a su hija en manos de este extranjero, pero el emperador contesta que la palabra fue dada. El príncipe, al ver la resistencia de la princesa le propone un nuevo acertijo: si ella adivina su nombre antes del alba, él morirá. (“Dimmi il mio nome e all’alba morirò”). Ella acepta la apuesta.
Acto III
Cuadro I
Noche. Jardines del Palacio
Turandot ordena que habrá pena de muerte a todo el que sepa el nombre del príncipe y no lo diga. Los guardias recorren las calles pidiendo que nadie duerma en Pekín. El príncipe entonces canta el aria más famosa de la ópera, Nessun dorma (nadie duerma), esta es el aria más famosa de la ópera. Ping, Pang y Pong se presentan nuevamente intentando convencerlo para que desista, le ofrecen mujeres y riquezas, pero él sigue firme en su decisión de conseguir lo que se propuso. Los guardias llevan a Timur y a Liú, a quienes amenazan de muerte para que revelen el nombre del príncipe. La princesa aparece y ordena al verdugo que torturen a Liú, quien dice ser la única que sabe el nombre del príncipe, pero se niega a revelarlo. Turandot pregunta a Liú el porqué de su fuerza, a lo que la esclava responde: el amor. Le brinda entonces, según sus palabras, su amor a su señor mediante el silencio del amor inconfeso, agregando que si ella le brinda su nombre, ella le dará su amor y ya no le quedará nada. Le advierte incluso a la princesa que ella también caerá rendida a su amor y, en un acto final de sacrificio, toma una de las armas de los guardias a su lado y se suicida. Liú muere en brazos del príncipe, manteniendo su palabra hasta el final. Timur se retira junto al cuerpo de Liú quien es trasladada a su morada final.
Perturbado por el acontecimiento, el príncipe enfrenta a Turandot recriminándole su frialdad al derramar sangre inocente (“Principessa di morte, Principessa di gelo!”) y agregando que su “hielo es una mentira”. Tras una larga conversación, el príncipe logra besarla, quebrando la rígida actitud de la vengativa monarca, al punto de que acepta su derrota, pidiéndole que no la estreche entre sus brazos. Finalmente, el príncipe, con resignación revela su nombre: “Io son Kalaf, figlio di Timur” (Soy Calaf, hijo de Timur). Es el amanecer, y suenan las trompetas de palacio.
Cuadro II
En el Palacio
El Emperador se hace presente junto a toda su corte frente a su pueblo para que su hija, la princesa Turandot, revele el nombre del misterioso príncipe. Todos esperan expectantes la respuesta y cuando el momento llega, ella responde a su padre que conoce el nombre del extranjero “Il suo nome è… Amor” (Su nombre es… amor). El pueblo estalla en alegría y el desenlace de la ópera es muy fuerte y emotivo.
Fuentes: Wikipedia y Operamanía